Los movimientos sociales
Cuando hablamos de movimientos sociales, nos referimos
a las agrupaciones informales de individuos u organizaciones que buscan cambiar
una realidad social que consideran injusta. No son un fenómeno reciente; a lo
largo de la historia lograron transformar leyes y estados. Pero, atendiendo el
momento en que surgen, se los clasifica en clásicos y no clásicos.
Movimientos
sociales clásicos
* El movimiento
obrero
* El movimiento
campesino
* El movimiento
empresarial
* El movimiento
estudiantil
Movimientos
sociales no clásicos
* El movimiento
pacifista
* El movimiento de
la no violencia
* El movimiento
ecologista
* El movimiento
antimilitarista
* El movimiento
objetor de conciencia
* El movimiento
feminista
* El movimiento
fundamentalista
* El movimiento
antidemocrático
Aparición del movimiento social
A más de corresponder a demandas locales muy
profundas, estancamiento económico, saturación del modelo clientelar y de los
partidos tradicionales, el fenómeno Lugo también podría representar una línea
de participación del movimiento social en América Latina, con características
muy propias en nuestro país. El hombre no sale de las organizaciones ni
apuntado por estas, sino de la Iglesia, en una sociedad encarecida de frentes
de lucha que acumule fuerza, referencia y construya liderazgos de amplio
consenso. Pero el movimiento social, con demandas no satisfechas por el sistema
de partidos (tierras, viviendas, salud, trabajo), en América Latina ha
irrumpido como importante actor político, según el análisis de varios
observadores, entre los que se destaca el analista uruguayo Raúl Zibechi.
En Brasil, el expresidente, Ignacio Lula Da Silva,
ganó escenario al frente de las luchas obreras y desde la conformación de una
poderosa central, la CUT. El Movimiento Sin Tierra, el más grande de América,
le ha respaldado con condiciones, en las cuatro elecciones a las que se
presentara. En Bolivia, un dirigente indígena y sindical, que fuera diputado
por ese frente período anterior, llegó a la presidencia, a la cresta de una
intermitente movilización social por la recuperación de la soberanía en los
contratos de hidrocarburos.
En Ecuador, los sectores sociales organizados también
fueron decisivos a la hora de apuntalar al expresidente, Rafael Correa, aunque
este cayera al escenario político como un outsider (fuera de sistema), como lo
llaman a este tipo de líderes de aparición mediática fuerte y de encastre con
la sociedad rápida. Otro outsider fue considerado al expresidente de Venezuela,
Hugo Chávez, que ha logrado articular mayorías entre los excluidos del anterior
orden económico venezolano, rompiendo igualmente unos 50 años de bipartidismo
en la administración del Estado y su sucesor el actual presidente Nicolás
Maduro se mantiene en la misma línea y el país está envuelto en movimientos
sociales manifestándose a favor y en contra del régimen actual del país. En
sociedades cuyos movimientos sociales presentan mucha fragmentación, como la
nuestra, con grandes dificultades de construir liderazgos de consenso, el
escenario parece propicio para este tipo de líderes tipo Lugo, de aparición
repentina. Pero una línea coincidente en todas estas manifestaciones es la
incapacidad de los sistemas de partidos tradicionales de responder complejas
demandas sociales, como la falta de tierra, de educación pública de calidad, de
salud, vivienda, demandas que aparecen muy emparentadas con las grandes
migraciones del campo a la ciudad, según coinciden varios estudios sociales.
Este fenómeno, que en Paraguay se profundizará a partir de los 80 (se recordará
que en los 90 irrumpen el escenario los sin techos y los campesinos sin tierra
como poderosos actores sociales) genera nuevas demandas que el orden anterior
no puede satisfacer, sino que va sorteando como puede, porque generalmente es
responsable, junto con el orden económico impuesto, de esas nuevas condiciones.
Los llamados
movimientos sociales son la principal forma de participación ciudadana.
Gran parte de los derechos que hoy disfrutamos son el
logro de los movimientos sociales: las agrupaciones de los ciudadanos
organizados que hicieron frente a las injusticias sociales como la esclavitud,
la explotación laboral, la insalubridad, el racismo, el armamentismo y o tras
formas de discriminación y denigración. El objetivo de estas luchas es la
reivindicación social y la transformación de situaciones de inconformidad; las
manifestaciones pueden inclusive modificar leyes y estados.
Movimientos sociales y regímenes progresistas
en américa latina: revoluciones mundiales y desarrollo semiperiférico
El proceso de la “marea rosa” en América Latina ha
presenciado el surgimiento de regímenes populistas e izquierdistas en la
mayoría de los países latinoamericanos desde fines de los 90. Este artículo
sitúa los movimientos sociales contrahegemónicos y los regímenes progresistas dentro
de la evolución a largo plazo de la gobernanza global y el capitalismo global.
En un esfuerzo por investigar por qué es que, en la historia reciente, varias
administraciones en América Latina (en relación a otras regiones del mundo)
desafían el modelo de desarrollo neoliberal, examinamos la estratificación de
los países latinoamericanos con respecto al sistema-mundo general, como un
factor estructural potencial que puede haber contribuido a la marea rosa. Si
bien cada país latinoamericano tiene su propia y única historia, las
características comunes a toda la región más importantes son las rebeliones
indígenas, las revueltas de los esclavos, las luchas anticoloniales por la
independencia, luchas y guerras concomitantes entre autoritarismo y democracia,
la mercantilización de los recursos naturales, intereses comerciales
competitivos, intervención extranjera (a menudo a instancias de las
corporaciones con sede en el Norte Global) y oleadas populares de izquierdas.
En otras palabras, América Latina ha sido un campo de batalla del conflicto de
clases –mundial e interno– desde 1492 (Galeano, 1987).
Movimientos y protestas arraigados en
los conflictos de clase: campesinos sin tierra, trabajadores, consumidores y
deudores un movimiento masivo arraigado en la desposesión de tierras: el
ejemplo del MST de Brasil.
El Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra
(Movimento dos Trabalhadores Rurais sem Terra, MST) de Brasil, llegó a ser el
movimiento social más grande y más activo en toda América Latina a finales del
siglo XX. Se formó en 1984, en un país que ostentaba uno de los sistemas de
tenencia de la tierra más inequitativos del planeta: la mala distribución de
tierras en Brasil, no hace mucho tiempo, genero un coeficiente Gini de
desigualdad que alcanzó 0.843, en una escala de 0 a 1 (Ondetti, 2004, 2008:
60). En la región Amazónica, una sola empresa controla tierras cuya extensión
es equiparable a la de Suiza (Ross, 2000: 488, Tabla 2, primera entrada). Ante
tales desigualdades, el MST comenzó sus procesos de movilización hace 30 años,
con la demanda de tierras sobre todo en sus campañas. De su repertorio, el elemento
más común del movimiento ha sido la invasión de tierras, seguida por las
demandas al Estado para que, a continuación, conceda los derechos de propiedad;
pero también ha empleado bloqueos de carreteras, ha organizado manifestaciones
multitudinarias y marchas, ha resguardado asentamientos comunitarios, ha
establecido una fuerte presencia en Internet e, incluso, colocado a sus propios
cuadros en puestos clave en las organizaciones estatales. En 2009, se informó
que el movimiento había iniciado 230 mil ocupaciones de tierra y había formado
1.200 asentamientos de reforma agraria, tenía organizaciones activas en 23 de
los 26 estados de Brasil y había ayudado a más de 146 mil familias a acceder a
5 millones de hectáreas de tierra (Vanden, 2007; Ondetti, 2008; Hammond,
2013).4 Tanto por su duración como por su nivel de actividad, el MST se ha
convertido en el movimiento social más importante de América Latina.
La clase obrera y las protestas
laborales
Cualquier análisis del ascenso y declive de las
huelgas, herramienta clásica de los movimientos obreros, debe ser sintética y
unir múltiples herramientas teóricas. Por supuesto, las cuestiones centrales
son los reclamos materiales de los propios trabajadores, anclados en los niveles
de remuneración y beneficios, condiciones de trabajo y seguridad en el empleo.
Además, son centrales las estructuras de oportunidad política (Tarrow, 1989,
1998) en el nivel de la política nacional, que permiten (por ejemplo, aperturas
democráticas) u obstruyen (por ejemplo, la represión política de la actividad
de huelga) las oportunidades de participar en protestas públicas y colectivas.
Por otra parte, la naturaleza de las economías políticas internacionales ha
cambiado a lo largo de las décadas, de forma tal que cambiaron los costos
potenciales que podrían soportar los trabajadores que consideran los beneficios
potenciales de recurrir a las huelgas.
En Brasil, cuando la sociedad volvió a la democracia
en los años 80, el nivel de actividad de huelga ascendió a uno de los más altos
que se hayan observado en cualquier lugar de la tierra (Noronha et al., 1998).
Sin embargo, allí y en otros lugares de América Latina los modelos globales de
la actividad de huelga en general han descendido en los años siguientes, como
ha documentado Susan Eckstein (2002). Ella también ha analizado esos cambios
desde el punto de vista de la economía política y sostiene que la globalización
y la (re)instalación cada vez más fluida de las fabricas en casi todos los
lugares el mundo han aumentado agudamente el riesgo para los trabajadores que
intentan utilizar el mecanismo de la huelga para lograr mejores convenios con
las grandes corporaciones: este tipo de empresas puede cambiar las operaciones
a emplazamientos de menor costo mucho más fácilmente que en el pasado. Este
patrón a menudo se denomina “carrera hacia el fondo”: mientras que en décadas
anteriores podría haber favorecido la creación de maquiladoras en México, en un
pasado más reciente el trabajo fabril ha sido trasplantado cada vez más a lugares
con salarios súper bajos, como Bangladesh. Eckstein también sostiene que, para
el caso de Brasil (inter alia), los gobiernos –incluso los elegidos
democráticamente– a menudo se han alineado con las corporaciones extranjeras
respecto de la mano de obra y de la aplicación de políticas económicas
nacionales, debido a que no quieren perder la inversión extranjera, las divisas
o las fuentes foráneas de crecimiento del empleo.
La lucha por la justicia ambiental es otro tema
importante en las reuniones del FSM y, con frecuencia, está vinculada a la
resistencia contra el neoliberalismo. Por ejemplo, la reunión del FSM 2006 en
Caracas, Venezuela, se centró en varios temas, incluyendo la “deuda ecológica [...]
y la lucha por la preservación de los recursos naturales, o más apropiadamente,
los recursos globales comunes” (Pallister, 2006: 270). La “‘naturaleza flexible
del Foro’ ofrece un espacio comunicativo para que las personas compartan sus
experiencias” (Kaneshiro et al., 2011: 201), permitiéndoles participar y unirse
a diversas clases de activistas y organizaciones ambientales. Por ejemplo, en
el Foro 2005 en Brasil, un taller centrado en la “Naturaleza en venta” reunió a
diferentes grupos como: “Sobrevivencia, una organización colectiva paraguaya
que se ocupa de numerosos problemas ambientales como los derechos de agua, la
sostenibilidad ecológica y la biodiversidad; Amigos de la Tierra Internacional,
una gran ONG estadounidense; World Rainforest Movement, un grupo
conservacionista con sede en Uruguay y Gran Bretaña; e incluso la Central Unica
dos Trabalhadores (CUT), la confederación de sindicatos de trabajadores más
poderosa de Brasil” (Kaneshiro et al., 2011: 201).
Ambientalismo y oposición popular al
neoliberalismo
El FSM ha contribuido a construir coaliciones entre
naciones y movimientos contra el neoliberalismo. Como en otros lugares del
mundo, los activistas latinoamericanos criticaron el neoliberalismo por servir a
los intereses de las clases altas y las empresas transnacionales y por
antidemocrático.
Los movimientos indígenas y de
mujeres
El proceso del foro social ofrece un nuevo espacio
para el activismo feminista y la construcción de coaliciones. La presencia
feminista en el FSM ha influido significativamente en la crítica de los
participantes a la economía global actual y en las perspectivas de formas alternativas
de globalización. En el llamado de Porto Alegre de 2001 se incluyó un mensaje
que decía “la globalización refuerza el sistema patriarcal y sexista”, y
sostuvo que la igualdad entre mujeres y hombres debe ser un elemento central de
la lucha de activistas por una mejor alternativa.
Fuentes
consultadas: